
Desde las alturas de aquel famoso cerro, que se ubica en la Tres Veces Coronada Ciudad de Los Reyes, Ludovica acechaba oculta en la profundidad de la noche cual gárgola sobre la cruz que se ubica en la cima permanecía tranquila y callada, la luces de la gran ciudad se perdían en el horizonte mientras que el fluido vehicular muy debajo de sus pies parecía un río de luciérnagas, en algún lugar sonaba un festejo una fiesta a ritmo de cumbia y hasta se podían escuchar las risas y la alegría de los concurrentes, en una calle aledaña al Coso de Acho vio como un solitario caminante era asaltado por una pandilla de ladrones "Pirañas les llaman aquí" pensó, mientras que en el Puente Balta una sórdida camioneta policial cobraba cupos a los vendedores de droga de la zona "Que ironía, los delincuentes y la ley asaltan en este lugar" susurró a la vez que se puso en pie, el frío viento acariciaba su pálido rostro.
Eliseo sólo sintió un golpe en su cabeza, eran aproximadamente las 03:30 de la mañana, tenía que realizar su diaria rutina de acudir al Centro a recoger los periódicos y revistas que vendía en su pulcro puesto del Jr. Camaná, debía hacerlo temprano pues abría su quiosco a las 05:00 de la mañana, su esposa le había preparado su "calentado" y con una enorme taza de avena casi hirviendo degustó unas lonjas de queso fresco que su hermana le había traído de Huancayo, se había abrigado con una casaca de corduroy y su cuello estaba protegido por una bufanda de lana, "Gorda, al mediodía vuelvo para ver el asunto del terreno, Pascual va a ir a quedarse en el puesto mientras resolvemos el asunto" le había dicho a su esposa, esa tarde iban a comprar un terreno en San Juan de Lurigancho, así con la barriga llena y el corazón contento se persignó mirando la cruz sobre el cerro y se despidió de su "Gorda" con un beso y salió a trabajar.
Ludovica observó a su presa, un hombre robusto y joven, por las escalinatas del cerro bajaba a paso ligero como queriendo ganar tiempo al tiempo, se podía sentir el jadear ocasionado por la agitación del ejercicio madrugador, observó su reloj, un Casio de plástico negro, "Las 03:50, voy a llegar tarde" pensó mientras daba la curva en una ladera atestada de bloques de cemento, pasó por una fiesta y con el rabillo del ojo vio varias personas celebrando repletas de cerveza, la música a todo volumen llenaba ese lugar pero él continuó impasible puestos los ojos en las gradas, sintió un viento helado sobre su cabeza, pero no hizo caso solo pensó "Esta fría la madrugada" y prosiguió, pasó por una bodega, y por otra, una vez más dobló por una calle y se internó en la oscuridad, por algún motivo los postes de alumbrado estaban apagados, aminoró la velocidad de sus pasos y de pronto sintió frío pero esta vez el alma se le congeló al ver delante de él a una bestia de apariencia humana, ella abrió sus brazos y violentamente atacó a su paralizada presa, con sus garras relucientes como el acero abrió el cuello de su victima y clavó sus filosos colmillos en esa sangrienta herida, cuando satisfizo sus ansias de sangre cercenó de un solo tajo la cabeza del infeliz, esta fue a parar en un andén a pocos metros de ahí, el cuerpo sin sangre y sin vida cayó a sus pies cual costal de papas, y de pronto, otra persona apareció, el buen Eliseo, Ludovica cubrió el cadáver con su cuerpo, su negro atavío ocultó entre las sombras la mortandad, Eliseo pasó a pocos metros de ella sin darse cuenta, cuando de pronto sus ojos observaron un charco de sangre y sobre aquel un bulto semejante a una pelota, o a un coco, se detuvo y cuando se iba acercando al macabro espectáculo sintió un golpe en la cabeza. Ludovica huyó de la escena, emprendió veloz vuelo hacia su guarida.
Ya de mañana un alboroto inundaba las retorcidas calles del Cerro San Cristobal, entre ebrios, amas de casa, colegiales y demás vecinos se hallaban dos cuerpos, uno decapitado y el otro del buen Eliseo, la cabeza del primero yacía cubierta de sangre y tierra pero la expresión del rostro era tan horrenda que causó algunos vómitos y desmayos entre la multitud, la prensa no tardó en llegar así como algunos policías de la zona y la esposa de Eliseo, su “Gorda” como él la llamaba. Entre empellones, gritos y desesperación los noticieros de radio y TV cumplieron su labor de informar, “Horrible asesinato en el Cerro San Cristóbal”, “Joven que se desempeñaba como vigilante en el balneario de Asia es decapitado”, mientras que en los diarios se leía “Vendedor de periódicos salva de morir”, “Vuelan mitra a Yungay, rompen chimba a Canillita”
En el hospital Eliseo recobró el conocimiento ¿Gorda, qué pasó? fue lo único que balbuceó, mientras, en otro lugar de la ciudad alguien más se preguntaba ¿Qué pasó?
Eliseo sólo sintió un golpe en su cabeza, eran aproximadamente las 03:30 de la mañana, tenía que realizar su diaria rutina de acudir al Centro a recoger los periódicos y revistas que vendía en su pulcro puesto del Jr. Camaná, debía hacerlo temprano pues abría su quiosco a las 05:00 de la mañana, su esposa le había preparado su "calentado" y con una enorme taza de avena casi hirviendo degustó unas lonjas de queso fresco que su hermana le había traído de Huancayo, se había abrigado con una casaca de corduroy y su cuello estaba protegido por una bufanda de lana, "Gorda, al mediodía vuelvo para ver el asunto del terreno, Pascual va a ir a quedarse en el puesto mientras resolvemos el asunto" le había dicho a su esposa, esa tarde iban a comprar un terreno en San Juan de Lurigancho, así con la barriga llena y el corazón contento se persignó mirando la cruz sobre el cerro y se despidió de su "Gorda" con un beso y salió a trabajar.
Ludovica observó a su presa, un hombre robusto y joven, por las escalinatas del cerro bajaba a paso ligero como queriendo ganar tiempo al tiempo, se podía sentir el jadear ocasionado por la agitación del ejercicio madrugador, observó su reloj, un Casio de plástico negro, "Las 03:50, voy a llegar tarde" pensó mientras daba la curva en una ladera atestada de bloques de cemento, pasó por una fiesta y con el rabillo del ojo vio varias personas celebrando repletas de cerveza, la música a todo volumen llenaba ese lugar pero él continuó impasible puestos los ojos en las gradas, sintió un viento helado sobre su cabeza, pero no hizo caso solo pensó "Esta fría la madrugada" y prosiguió, pasó por una bodega, y por otra, una vez más dobló por una calle y se internó en la oscuridad, por algún motivo los postes de alumbrado estaban apagados, aminoró la velocidad de sus pasos y de pronto sintió frío pero esta vez el alma se le congeló al ver delante de él a una bestia de apariencia humana, ella abrió sus brazos y violentamente atacó a su paralizada presa, con sus garras relucientes como el acero abrió el cuello de su victima y clavó sus filosos colmillos en esa sangrienta herida, cuando satisfizo sus ansias de sangre cercenó de un solo tajo la cabeza del infeliz, esta fue a parar en un andén a pocos metros de ahí, el cuerpo sin sangre y sin vida cayó a sus pies cual costal de papas, y de pronto, otra persona apareció, el buen Eliseo, Ludovica cubrió el cadáver con su cuerpo, su negro atavío ocultó entre las sombras la mortandad, Eliseo pasó a pocos metros de ella sin darse cuenta, cuando de pronto sus ojos observaron un charco de sangre y sobre aquel un bulto semejante a una pelota, o a un coco, se detuvo y cuando se iba acercando al macabro espectáculo sintió un golpe en la cabeza. Ludovica huyó de la escena, emprendió veloz vuelo hacia su guarida.
Ya de mañana un alboroto inundaba las retorcidas calles del Cerro San Cristobal, entre ebrios, amas de casa, colegiales y demás vecinos se hallaban dos cuerpos, uno decapitado y el otro del buen Eliseo, la cabeza del primero yacía cubierta de sangre y tierra pero la expresión del rostro era tan horrenda que causó algunos vómitos y desmayos entre la multitud, la prensa no tardó en llegar así como algunos policías de la zona y la esposa de Eliseo, su “Gorda” como él la llamaba. Entre empellones, gritos y desesperación los noticieros de radio y TV cumplieron su labor de informar, “Horrible asesinato en el Cerro San Cristóbal”, “Joven que se desempeñaba como vigilante en el balneario de Asia es decapitado”, mientras que en los diarios se leía “Vendedor de periódicos salva de morir”, “Vuelan mitra a Yungay, rompen chimba a Canillita”
En el hospital Eliseo recobró el conocimiento ¿Gorda, qué pasó? fue lo único que balbuceó, mientras, en otro lugar de la ciudad alguien más se preguntaba ¿Qué pasó?
Antonio Gamio
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